Mi filosofía de vida para la creación de juegos.
El estado actual del mundo es caótico; presenciamos imperturbables los conflictos armados que se desatan a lo largo del globo, observando los impactos devastadores de la industria armamentística en la vida de hombres y mujeres que se enfrentan directamente a la violencia. Las redes sociales, a su vez, nos sumergen en una experiencia vívida de las realidades de la guerra, mostrándonos de manera cruda y directa sus consecuencias.
En paralelo, el mundo de los videojuegos no permanece ajeno a esta realidad. Surge una plétora de títulos que nos permiten asumir el papel de soldados inmersos en los conflictos contemporáneos, transportándonos a través de imágenes a las posibles sensaciones y experiencias que caracterizan esos entornos bélicos.
Paradójicamente, la brecha entre presenciar una guerra real a través de las redes sociales y participar en un juego en primera persona parece estrecharse. Ambas experiencias se presentan como eventos distantes, sin consecuencias tangibles en nuestras vidas. La pregunta que surge, sin embargo, es crucial: ¿Qué tipo de mundo estamos construyendo al permitirnos la indiferencia ante la realidad de la guerra, ya sea observándola desde la distancia de nuestras pantallas o jugando a través de simulaciones virtuales?
Es imperativo reflexionar sobre la aparente desconexión emocional que experimentamos al enfrentarnos a estos eventos a través de medios digitales. Aunque estas representaciones virtuales pueden ofrecer una ventana a la comprensión de la violencia y sus consecuencias, también plantean desafíos éticos sobre la trivialización de la guerra y la desensibilización hacia sus impactos reales.